Esta tarea será extremadamente difícil para mí porque realmente todos mis recuerdos tienen alguna parte azul, por más feliz que me haya podido sentir en algún instante.
Creo que comenzaré por contar algo bueno que haya sucedido hoy...
Después de mi reciente ruptura amorosa, en uno de esos momentos donde uno ya no quiere nada, decidí que dejaría morir las plantas de mi jardín. Apenas hace una semana que había puesto nuevas semillas en la tierra y algunos brotes comenzaban a salir, así que decidí dejarlos morir por medio de la falta de agua (ahora mismo aquí es primavera y hace mucho calor). Y de pronto, el mismo día que tomo esa absurda decisión, la naturaleza se rebela y cae una súper tormenta eléctrica; así es, llovió, y llovió aproximadamente 5 horas, tal y como si la naturaleza estuviera demostrando por mi todo lo que traía adentro y que no podía desahogar. En ese momento me dije a mi misma:¡Genial¡ la naturaleza se encargó en una noche de lo qué tal vez hubiera tardado días, y ahogó cualquier planta que hubiera estado naciendo.
Todo lo contrario pasó, a los dos días salí al patio un poco arrepentida de mi decisión y muy curiosa del panorama que iba a encontrar, y vaya sorpresa que me encontré cuando vi que varias semillas habían brotado con mucha fuerza gracias a la lluvia. Obviamente en seguida me disculpé con la tierra por haber pensado en abandonarlas a su suerte y reanudé en seguida mis labores en el huerto, incluso transplante unas semillas de mango que germinaron entre la maleza.
Hay muchos beneficios anímicos en sembrar y cuidar plantas, pero nunca imaginé que me pondría tan feliz ver esas pequeñas hojitas brotar de la tierra, tan frágiles y fuerte a la vez.
Por un momento olvidé todo lo que estaba pasando en mi vida y sonreí a la tierra.



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